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Un mundo turbulento y en pandemia
Entender la economía ecuatoriana siempre es un reto. Su condición de pequeña y de gran apertura al mercado mundial hace que el Ecuador se comporte cual barquito de papel en el mar del capitalismo global. Por ende —explícita o implícitamente—, toda lectura de la frágil economía del país debe tomar en cuenta este hecho, en especial
cuando el mar en el que vivimos sufre de grandes turbulencias… Sin duda que el capitalismo mundial está cargado de turbulencias que hacen tambalear a la economía ecuatoriana; incluso, varios problemas globales ya estaban larvados o ya habían aflorado antes de la tragedia generada por la pandemia del coronavirus. Por ejemplo, el mundo especulativo alcanzaba máximos históricos, y surgía el contexto perfecto para nuevas burbujas financieras.
Los serios problemas distributivos y las crecientes desigualdades sin resolver se iban agravando: basta recordar las protestas avivadas por un gran descontento social en varios rincones de Latinoamérica a fines de 2019. A lo anterior se sumaba la consolidación de gobiernos cada vez menos democráticos en el mundo, junto con el colapso climático provocado por el capitaloceno. En definitiva, ya se sentían los efectos de una crisis civilizatoria y multidimensional,[2] capaz de destruir toda forma de vida, empezando por las poblaciones más vulnerables y desposeídas.
Esas crisis múltiples, propias de una globalidad capitalista enferma, han escalado a niveles mayúsculos con la pandemia del coronavirus (COVID-19), y han llevado al mundo a una de sus peores crisis económicas desde la Segunda Guerra Mundial: en 2020 la economía global habría caído en -4,3 %, según estimaciones de Naciones Unidas (2021), mientras que la economía latinoamericana se habría contraído en -7,7 %, según información de la Cepal.[3]
Este momento plantea una prueba mayor para la humanidad, con una globalización que ha llevado a varias naciones a vivir una tragedia similar, en poco tiempo, con tantas muertes, [4] con la consolidación de múltiples factores de control y vigilancia, y un sinfín de incertidumbres. A su vez, se perpetúan las desigualdades estructurales entre sociedades ricas y empobrecidas a diferentes niveles,[5] incluso en las capacidades para responder ante la propia pandemia (la desigual distribución de vacunas es un ejemplo en ese sentido).
Para colmo, las incertidumbres se exacerban con los intentos de “retornar a la normalidad” y de “reactivar la economía”, sin importar los riesgos para la vida, sobre todo de poblaciones vulnerables obligadas a buscar su sustento diario en las calles. De hecho, esa “normalidad” es la causante de tantos problemas acumulados, que se han complicado más con la pandemia. Basta recordar los nocivos efectos de la destrucción de la biodiversidad, que explica, entre otros factores, la propia aparición de tantos virus de origen zoonótico… En este escenario parecería —una vez más— que el Ecuador está por naufragar: no hay claridad sobre el rumbo que nos espera ni de los problemas de fondo que nos aquejan. Por ello, una lectura estructural de la economía ecuatoriana (contextualizada en un mundo turbulento y en pandemia) resulta cada vez más urgente e indispensable para entender nuestras coyunturas. Si bien esa lectura estructural queda para un trabajo futuro (de mayor elaboración técnica), en este texto abrimos el debate y obtenemos pistas que permitan diagnosticar los estragos de años de estancamiento y de agudizada crisis que vive el país (diagnóstico crucial si se desea proponer alternativas al difícil momento que vivimos).
[1] Docentes e investigadores ecuatorianos
[2] Sobre las crisis civilizatorias del capitalismo, ver Curiazi y Cajas Guijarro (2019).
[3] Declaraciones de la secretaria ejecutiva de la Cepal, Alicia Bárcena, del 23 de enero de 2021, disponibles en https://www.aa.com.tr/es/econom%C3%ADa/cepal-la-recesi%C3%B3n-de-am%C3%A9rica-latina-y-el-caribe-es-la-peor-en-120-a%C3%B1os-/2119997
[4] Según información de la Universidad Johns Hopkins, al 31 de enero de 2021 el mundo registró 2,23 millones de personas fallecidas por el coronavirus (ver: http://bit.ly/3tL5a5W), que fue declarado pandemia por la Organización Mundial de Salud el 11 de marzo de 2020.
[5] Al respecto, ver el trabajo de Cajas Guijarro y Pérez Oviedo (2019).