Incertidumbre histórica Colombia entre dos vueltas electorales

El país ha votado contra las élites de la derecha en la primera vuelta de las elecciones presidenciales. En la segunda vuelta, el 19 de junio, Colombia decidirá entre Gustavo Petro, apoyado por una amplia alianza de partidos y movimiento social, y el contratista autoritario-populista Rodolfo Hernández. Independientemente del resultado de las elecciones, la izquierda colombiana necesita un largo aliento para transformar los éxitos iniciales en un cambio profundo.

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Casi ningún comentario sobre las elecciones presidenciales en Colombia carece del adjetivo «histórico». Nunca antes un candidato de izquierdas había estado tan cerca de la presidencia como Gustavo Petro, quien ganó la primera vuelta de las elecciones con más del 40% el pasado 29 de mayo. Petro se enfrentará al empresario inmobiliario Rodolfo Hernández el próximo 19 de junio: este último pasó a la segunda vuelta con un 28%.

Para los partidos tradicionales y, sobre todo, para el «uribismo» de extrema derecha, el resultado es una estrepitosa derrota. Álvaro Uribe, en muchos aspectos precursor del actual populismo de derecha, alcanzó su primera presidencia en 2002 con mayoría absoluta en primera vuelta. Desde entonces, ha sido la figura definitoria de la política colombiana. Ahora, por primera vez, su partido ya no está representado en la segunda vuelta, mientras que para Gustavo Petro aumentó significativamente su universo de votantes en comparación a 2018, cuando entró en segunda vuelta con el 25% de los votos.

Sin embargo, inicialmente prevaleció el sentimiento de decepción en las izquierdas. El objetivo de las elecciones era alcanzar la mayoría absoluta. A pesar de las encuestas en contra, muchos simpatizantes de Petro creyeron, hasta el final, en una victoria en la primera vuelta. Además, ganar la segunda vuelta pareció difícil contra el sorpresivo oponente Rodolfo Hernández quien se presenta como un outsider y también habla de cambios necesarios.

Afiche que circula en las redes antes de la segunda vuelta

El abuelo TikTok

¿Quién es el «ingeniero» (como le gusta a Hernández que le llamen, por su formación como ingeniero civil)? El exalcalde de la ciudad de Bucaramanga, de 77 años, era desconocido para muchos colombianos antes de las elecciones; una semana antes de los comicios, solo el 60% dijo conocerlo, en contraste con el 93% de Gustavo Petro. Obviamente, Hernández contaba con aparecer a último momento como una cara nueva, no desgastada, y remontar el campo desde atrás. No participó en debates televisados, no celebró ningún mitin de campaña y en el arranque de esta voló a Roma para estrechar la mano del papa. «Quiero pedirle al papa, al santo padre, que me ilumine», dijo Hernández en un video, comentando que le daría “fuerza para sacar, en el próximo Gobierno que vamos a liderar, toda esa ladronera que ha traicionado los intereses de Colombia”. Con eso, su lema estaba listo: la lucha contra la corrupción. Llevó a cabo su campaña electoral casi exclusivamente en las redes sociales y se declaró rey de TikTok.

A menudo se describe a Hernández como un Trump colombiano. Aunque hay similitudes, sus modelos directos son más probablemente el presidente mexicano Manuel López Obrador, cuya campaña anticorrupción copió en parte textualmente, y el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, cuyo asesor trabajó un tiempo en su equipo de campaña. Actualmente el antiguo jefe de campaña de Gustavo Petro, Ángel Becassino, le asesora. Juntos han adaptado la agenda de Hernández a dos cuestiones: la lucha contra la corrupción (según las encuestas, el principal problema en el país desde la precepción de lxs colombianxs, incluso por encima de la economía), y las habilidades de Hernández como empresario. En cuanto al segundo punto, esta estrategia también puede basarse en encuestas: los empresarios gozan de buena reputación de 54% de la población, en contraste con los partidos políticos, de los que solo el 19% tiene una opinión favorable[1].

La estrategia funcionó. En las últimas semanas antes de las elecciones aumentó rápidamente su número de seguidores y finalmente superó a los candidatos liberales y de derecha establecidos. El peligro para Petro: él también habla de cambio y denuncia la corrupción de la élite política. Pero frente a Hernández, Petro parece parte del establishment. El exguerrillero lleva décadas en la política y se ha hecho famoso por denunciar los vínculos de diputados, ministros y el expresidente Uribe con los grupos paramilitares. Por otra parte, Federico Gutiérrez, el candidato que en las elecciones internas salió como la ficha de la derecha y que con un 24% de las votaciones no llegó a la segunda vuelta, tras saber los resultados pidió a sus electores que votaran por Hernández. Los dos candidatos juntos recibieron más votos que Petro. Por tanto, las matemáticas parecen estar en contra del candidato de la izquierda.

Aún así, el cálculo no es tan sencillo. Las maquinarias de los partidos ya no son tan poderosas como para transferir los votos a voluntad. Y cuanto más conocido se hace Hernández, menos creíbles resultan sus consignas antisistema. Por ejemplo, hay un caso de corrupción contra él que data de su época de alcalde. Está circulando un video en que abofetea a un concejal municipal y en un audio le dice a una empleada, que insiste en una instrucción escrita exigida por la ley, “me limpio el culo con esa ley”.

Para algunos, este lenguaje es sin duda una prueba de la cercanía de Hernández con el pueblo. Pero ya está claro que algunos votantes conservadores prefieren quedarse en casa antes que votar a un hombre grosero y mal educado. Otros, que han confiado en él por su desencanto con la política, se decantan ahora por el cambio bien planificado que promete Petro. De manera que los últimos sondeos pronostican una carrera de igual a igual para la segunda vuelta.

¿Qué cambio?

Algunos medios de comunicación están poniendo la etiqueta de «populismo de izquierda contra populismo de derecha» al duelo de la campaña electoral. Ambos candidatos prometen un cambio fundamental para sustituir la élite política corrupta, y Petro también está en TikTok. Pero más allá de eso, el contraste no puede ser mayor: Petro tiene un elaborado programa de Gobierno y se enfrenta a debates públicos. Argumenta de forma sofisticada y a veces casi académica. Además, Petro lleva mucho tiempo buscando alianzas con diversos actores, incluidos políticos individuales de los partidos de derecha o liberales. No solo para ganar las elecciones, sino para poder aplicar las reformas prometidas una vez sea presidente. Aunque Petro y su candidata a la vicepresidencia, Francia Márquez, están muy presentes en las redes sociales, la fuerza de su campaña no son los seguidores en TikTok, sino decenas de miles de activistas, que en parte también sirven como veedores en las mesas de votación para evitar manipulaciones.

Hernández, en cambio, moviliza a sus seguidores en grupos de WhatsApp, no en lugares públicos. Sigue apoyándose en un pequeño círculo de asesores y esquiva las alianzas para no poner en peligro su imagen de outsider. A pesar de que la derecha tradicional apuesta ahora por él, a falta de otras opciones, al parecer él mismo no se ha integrado en sus estructuras, hasta el momento. Tampoco quiere buscar alianzas en el Parlamento. Por el contrario, ha anunciado que impondrá el estado de excepción por “conmoción interior” en cuanto tome posesión y gobernará por decreto hasta que el Tribunal Constitucional lo declare ilegal.

No es la izquierda contra la derecha, sino la vida contra la muerte

 La etiqueta de populismo de izquierda versus de populismo de derecha es errónea en otro aspecto: Parte del éxito de la campaña de Gustavo Petro es que Petro no se identifica explícitamente como «izquierda». En este sentido, hablar de la victoria de un candidato de izquierda es inexacto. El propio Petro habla de que las categorías izquierda y derecha sirven para Europa. En Colombia, en cambio, se trata de una política de vida frente a una política de muerte.

Los antecedentes que justifican poner la situación en tales términos son claros: Colombia está traumatizada por una historia y un presente de violencia política. No solo tiene a sus espaldas cincuenta años de guerra civil con la guerrilla de las FARC, que terminó en un frágil acuerdo de paz en 2016. Las estructuras paramilitares, originalmente destinadas a la contrainsurgencia, siguen activas. Controlan zonas enteras del país, amenazando y asesinando principalmente a activistas de izquierda y guerrilleros desmovilizados. La implicación de políticos, unidades del ejército y otras estructuras del Estado con los “paras” ha sido probada en numerosos juicios e investigaciones periodísticas. La transición entre los paramilitares y las mafias de la droga ordinaria es fluida, pero ninguno de estos dos actores (paramilitarismo y narcotráfico “puro”) podría ejercer una influencia tan grande sin enredos con las élites económicas y políticas locales.

Petro alude a esta «parapolítica» cuando habla de una política de la muerte. Pero la historia de la violencia también es una desventaja para Petro. Sus adversarios no se cansan de subrayar que, como exguerrillero, él mismo abogaba por la violencia. Fue miembro de la guerrilla urbana M19, que cesó temporalmente sus acciones armadas con un acuerdo de paz en 1984 y se desmovilizó finalmente en 1990. Esta parece ser también la razón por la que Petro no solo fue el candidato con mayor apoyo en las encuestas, sino también con los mayores índices de rechazo. Este «antipetrismo» está siendo aprovechado por la campaña de apoyo a Hernández desde la derecha con el lema: «Mejor ingeniero que guerrillero». Tal campaña es ciertamente menos efectiva entre los votantes más jóvenes que entre los más viejos y conservadores que han sido testigos de espectaculares y sangrientas acciones de la guerrilla. El impacto de estos eslóganes anti-Petro en los votantes que no están políticamente determinados será uno de los factores decisivos en la segunda vuelta.

Vivir sabroso

El dúo de izquierdas, Petro y su fórmula vicepresidencial Francia Márquez, no puede evitar la cuestión de la violencia, que no juega un papel de igual forma en otros países. La campaña de Petro también se diferencia de las clásicas campañas electorales de la izquierda en otras cuestiones, no solo retóricamente, sino en su programa. Sus planes de política económica son principalmente socialdemócratas, similares a los de muchos partidos de izquierda de América Latina. Pero además Petro y Márquez, a diferencia de la mayoría de los políticos progresistas de éxito en América Latina, defienden una clara orientación ecológica y feminista.

Un ejemplo: Petro afirma que suspenderá la exploración petrolera. Un paso atrasado en la lucha contra la crisis climática, aunque a contracorriente de la política de todos los colores en Sudamérica. Para reactivar la economía, los Gobiernos apuestan por un aumento de las exportaciones de materias primas, especialmente por la subida de los precios del petróleo tras la invasión rusa de Ucrania. Por lo tanto, el tema del programa de Petro trajo críticas incluso del candidato presidencial progresista en Brasil, Ignacio Lula da Silva. «Petro tiene derecho a hacer todas las propuestas que él considere que tiene que hacer”, dijo Lula, “pero en el caso de Brasil es irreal. En el caso del mundo es irreal”.

Por otra parte, mientras que el mismo Petro hasta ahora no destacó con una política feminista y antirracista, Francia Márquez es la protagonista en ese sentido, así como en la defensa de la naturaleza. También ha aportado a la campaña el objetivo de «vivir sabroso», el equivalente afrocolombiano de «buen vivir», concepto inspirado en los principios indígenas de los países andinos. Le fue sorprendentemente bien en las primarias, por lo que Petro no pudo relevarla de la vicepresidencia.

La vida de Francia Márquez da credibilidad a su programa: creció en una comunidad afrocolombiana y trabajó en la minería artesanal de oro cuando era adolescente. A los 16 años fue madre por primera vez, madre soltera. Más tarde trabajó en la ciudad como empleada doméstica y estudió derecho. Como activista y abogada, hizo una exitosa campaña contra el desalojo de su comunidad de origen, que estaba amenazada por la minería a gran escala. El Gobierno había concedido licencias de explotación minera, entre otras, a la empresa minera sudafricana AngloGold Ashanti sin la debida consulta previa a la comunidad.

Más allá de las elecciones

El hecho de que Francia Márquez, Mujer afro, activista medioambiental, quedara en segundo lugar en las primarias de su coalición y recibiera el tercer mayor número de votos de todos los candidatos, es señal de un cambio social en un país conservador como Colombia. Hay muchos indicios de que estamos asistiendo al inicio de un profundo viraje. Las elecciones son únicamente un paso de ese cambio. Que merezcan el calificativo de «históricas» depende de cómo continúe el proceso de cambio iniciado antes de las elecciones. Y eso no depende solo de quien gane el 19 de junio.

Un hecho decisivo será si los movimientos sociales, los partidos progresistas, los parlamentarios del Pacto Histórico y los sectores contraculturales que se han unido en la campaña del Pacto Histórico (nombre de la alianza electoral de Petro y Márquez) siguen trabajando juntos. ¿Son capaces de articularse a pesar de toda su diversidad y independientemente de la figura de Gustavo Petro, para avanzar en el cambio cultural y político hacia el «vivir sabroso», hacia más justicia social, más democracia y un modo de producción que preserve la base natural de la vida? ¿O, por el contrario, se desintegrará la floja alianza, se extenderá el sectarismo y se impondrá el personalismo y caudillismo también en la izquierda? «Los cambios no nacen ni mueren en las urnas», escribió acertadamente Julián Alvarán, de la revista Periferia.

*Director de la Oficina Región Andina de la Fundación Rosa Luxemburg.

[1] https://noticias.caracoltv.com/politica/elecciones-colombia/encuestas/encuesta-invamer-del-mes-de-mayo-rodolfo-hernandez-la-sorpresa-rg10