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Este texto fue publicado originalmente en alemán en www.rosalux.de[1]
La brutal y condenable invasión del Gobierno de Vladimir Putin a Ucrania está haciendo estremecer al ya muy convulso sistema global. Además de los impactos humanitarios –por ejemplo, para mediados de marzo ya se había superado los 3 millones de desplazados[2]–, el conflicto tiene carácter internacional y dependiendo de su evolución podría de hecho introducirnos a un nuevo escenario de conflagración de riesgos extremos, de callejones sin salida. Ronda incluso el fantasma de las armas nucleares, ahora en un contexto de desquiciamiento geopolítico propio del siglo XXI. Tiempo verdaderamente peligroso para cualquier escalada bélica.
Más allá del presente combate en territorio ucraniano, conviene recordar que este conflicto se desarrolla en medio de una crisis sistémica, de carácter multidimensional, a su vez que contribuye a definir su evolución próxima. La invasión de Putin tendrá efectos en la crisis energética y las posibilidades y formas de la transición energética, además de cuestiones como el cambio climático, la seguridad alimentaria, el costo de la vida o en la muy delicada crisis ambiental.
La guerra en Ucrania ha removido significativamente el sistema de alianzas energéticas a escala internacional, con impactos que serán de gran trascendencia. La Unión Europea anuncia medidas de cambio del rumbo energético en las que aparecen mayores envíos de gas desde los EEUU (para ir sustituyendo la oferta rusa), un reimpulso de las renovables y las ‘energías limpias’, y una reconsideración para mantener o aumentar el uso del carbón y la nuclear. Se revalorizan los suministros de gas desde Argelia, y países como Italia y Portugal buscan reforzar sus lazos energéticos con este país. Con el boicot petrolero a Rusia, EEUU también busca recomponer sus alianzas y mira a las fuentes del continente americano. Y China podría ser un destino para mayores envíos de gas y petróleo ruso, algo que se hacía claramente visible con los acuerdos hidrocarburíferos firmados entre estos dos países, unas tres semanas antes de la invasión a Ucrania. América Latina también entra en este juego de la geopolítica de la energía.
América Latina en el escenario de nuevas alianzas energéticas
La invasión rusa a Ucrania y los impactos globales y multidimensionales que acarrea, se producen cuando ya América Latina era la región más afectada por la pandemia entre las regiones “en desarrollo” del mundo, según ONU[3]. Las presiones inflacionarias globales que genera el aumento de los precios de la energía, tendrán efectos nocivos en las economías de estos países, sobre todo en los sectores más pobres de la sociedad. Esto último ha sido también un factor asociado a la mayor incidencia de protestas populares. Pero, por otro lado, el incremento de los precios de las materias primas muy probablemente va a beneficiar a los productores petroleros y gasíferos[4], así como de granos; se verán perjudicados los importadores de energía.
Sobre esto último, el conflicto en Ucrania y los cambios en curso en el sistema de alianzas energéticas mundiales, ha abierto un complejo y contradictorio proceso en la región. Como ya hemos mencionado, ante este nuevo escenario la política exterior de Washington está buscando identificar suplidores de hidrocarburos alternativos que puedan cubrir las cuotas que se perderían debido al boicot a este sector ruso. Estas pretensiones se han hecho evidentes desde vocerías republicanas y demócratas[5], y por los recientes movimientos geopolíticos norteamericanos. En este objetivo, Latinoamérica, por sus reservas y cercanía a los EEUU, tiene también un rol, especialmente Venezuela, que ha sido señalada como un posible substituto. Respecto a esto vale la pena resaltar que mientras las importaciones de crudo venezolano a EEUU, el histórico suplidor confiable de Norteamérica, se derrumbaron al mínimo con las sanciones de 2019, las importaciones desde Rusia se duplicaron y más desde ese mismo año[6]. Ahora, de nuevo cambia el juego.
La tendencia regional inmediata ha sido la expansión de canales de negociación y alianzas energéticas preliminares, tentativas, y nuevas presiones favorables al extractivismo petrolero. El caso venezolano reciente es muy representativo de esto: pese a la relación política bilateral tormentosa, sobre todo con el Gobierno de Maduro, el pasado 5 de marzo se dio la primera reunión de alto nivel en años entre voceros del Gobierno estadounidense y el de Venezuela, con el fin de recuperar las exportaciones de crudo hacia los EEUU, posiblemente a cambio de levantar las sanciones y facilitar la participación de capitales foráneos en la recuperación de la industria petrolera nacional[7]. El día anterior 4 de marzo, Maduro había anunciado que estaba listo para venderle petróleo a EEUU y que “los temas económicos no deben ser politizados”[8]. Aunque el Gobierno de Biden declaró poco después que no abandonaba a Juan Guaidó, queda claro el carácter eminentemente accesorio que tiene este último, y cómo Biden mantiene una estrategia de jugar en varios campos simultáneamente. Por otro lado, la retórica de la “recuperación económica” en Venezuela y la gran cantidad de reformas neoliberales que ha impulsado Maduro contribuyen también a favorecer este pragmático acercamiento.
Si miramos otros países de la región, podemos señalar el viaje de Ivan Duque a Washington en la primera quincena de marzo, para ofrecer a los EEUU el petróleo colombiano, planteándolo además como una mejor alternativa que el venezolano[9]. Duque ha enfrentado oposiciones sociales y de ambientalistas a nuevas exploraciones de hidrocarburos y la expansión del fracking en el país, mientras tiene acechándolo la figura de Gustavo Petro, potencial próximo presidente de Colombia y promotor de un plan de descarbonización de la economía y transición para salir de la dependencia sobre los combustibles fósiles.
En el caso de Ecuador, se confirmaba en marzo la reunión de Petroecuador con refinerías y comercializadores en EEUU, interesadas en el petróleo ecuatoriano[10]; y en Argentina, aunque no se prevé que se incrementen próximamente volúmenes de producción hidrocarburífera para la exportación, la crisis energética intensificada por la guerra de Ucrania sí incide en las presiones de expansión de la explotación de yacimientos y de creación de infraestructuras para la distribución gasífera para el consumo interno, y así prescindir de la importación de este recurso (por ejemplo, desde Bolivia)[11].
Un último elemento a resaltar: estos movimientos de los EEUU también intentan desplazar a Rusia del terreno que ha ganado en América Latina (por ejemplo en Cuba, Nicaragua, Venezuela, pero también, en diferentes grados y formas, en países como Brasil o Argentina). Cabría la pena señalar que también hay matices entre los aliados latinoamericanos de Rusia que, por ejemplo, se han abstenido ante la resolución de Naciones Unidas para condenar la invasión, o han propuesto llamados a una solución diplomática.
El conjunto de tendencias y acontecimientos recientes no necesariamente trazan un rumbo predecible, sino más bien contradictorio. Lo que sí queda en evidencia, además de las posibilidades de recomposición de alianzas energéticas, es que el conflicto ruso-ucraniano nos muestra un contexto global de aceleración de lucha por recursos, áreas de influencias y neocolonias, que se hace altamente competitivo. No hay que olvidar también que, buena parte de los minerales requeridos para la ‘transición verde’ en el Norte Global (litio, cobre, níquel, etc) se encuentran en América Latina, así que seguiremos presenciando significativos cambios en la geopolítica del extractivismo en la región.
[1] https://www.rosalux.de/news/id/46390/russlands-einmarsch-in-die-ukraine-energiepolitische-auswirkungen-fuer-lateinamerika
[2] Para finales de abril, alrededor de 11 millones de ucranianos han abandonado sus hogares desde que empezó la guerra, según reportes de Naciones Unidas recogidos por la BBC https://www.bbc.com/news/world-60555472 .
[3] América Latina es la región en desarrollo más afectada del mundo por la pandemia. https://news.un.org/es/story/2021/03/1489112
[4] Latin America: Energy Boost. https://www.gfmag.com/magazine/march-2022/latin-america-energy-boost
[5] U.S. Officials Travel to Venezuela, a Russia Ally, as the West Isolates Putin. https://www.nytimes.com/2022/03/05/world/americas/venezuela-russia-usa.html
[6] U.S. imports from Russia of crude oil and petroleum products. https://www.eia.gov/dnav/pet/hist/LeafHandler.ashx?n=PET&s=MTTIM_NUS-NRS_1&f=M
[7] U.S. Officials Travel to Venezuela, a Russia Ally, as the West Isolates Putin. https://www.nytimes.com/2022/03/05/world/americas/venezuela-russia-usa.html; U.S., Venezuela discuss easing sanctions, make little progress: sources. https://www.reuters.com/world/americas/us-venezuela-discuss-easing-sanctions-make-little-progress-sources-2022-03-06/
[8] Maduro aseguró que está listo para venderle petróleo y gas a Estados Unidos. https://www.elnacional.com/economia/maduro-aseguro-que-esta-listo-para-venderle-petroleo-y-gas-a-estados-unidos/
[9] ¿Petróleo venezolano o colombiano? Duque ofrece a Biden el crudo de Colombia. https://es.euronews.com/2022/03/11/petroleo-venezolano-o-colombiano-duque-ofrece-a-biden-el-crudo-de-colombia
[10] El ‘apetito’ por el petróleo ecuatoriano crece tras las sanciones a Rusia. https://www.primicias.ec/noticias/economia/demanda-petroleo-ecuatoriano-sanciones-rusia/
[11] Comunicación con Observatorio Petrolero Sur (Argentina).