Declaración de la Fundación Rosa Luxemburg
La invasión rusa de amplias zonas de Ucrania no sólo es la triste culminación del fin de todos los esfuerzos de la política de paz desde 1990 en Europa del Este, sino que también pone a prueba el posicionamiento de las fuerzas de izquierda en todo el mundo. Por muy importante que haya sido, y sea, referirse repetidamente a los valores básicos de la política de izquierdas en forma de negociaciones diplomáticas en lugar de actos de guerra, y una inclusión de Rusia en la elaboración de una nueva arquitectura de seguridad para Europa, ahora hay que reconocer que el proyecto político del actual gobierno ruso no tiene nada que ver con estos valores básicos. La guerra contra Ucrania, con todas sus consecuencias, sólo puede ser condenada y rechazada.
Las imágenes que nos llegan son impactantes. Se reportan muertos y heridos. Hay acaparamiento, muchos intentan huir de las metrópolis al campo, otros directamente a los países vecinos. Los que están sufriendo la agresión son los habitantes de Ucrania, nuestra solidaridad está con ellos. Estas son precisamente las imágenes que esperábamos no volver a ver.
Ucrania es uno de los países más pobres de Europa, la situación social es tensa desde hace años. No es de extrañar que el nacionalismo, el odio y el resentimiento hayan podido acumularse tan obstinadamente aquí. La guerra debilitará aún más la economía ucraniana, las inversiones extranjeras no se materializarán.
Ya es previsible que el ataque de hoy haya destruido tantas infraestructuras que será necesario un plan de reconstrucción.
La guerra y los movimientos de refugiados dentro de Ucrania y hacia sus fronteras occidentales cambiarán el país durante mucho tiempo. Corresponde a la Unión Europea (UE) y a sus Estados miembros garantizar que las fronteras permanezcan abiertas y que la situación humanitaria se alivie por todos los medios y no empeore. La exención de visado para los ucranianos es una buena condición para encontrar refugio en la UE. Debería prescindirse de obstáculos burocráticos como la prueba de una vacunación reconocida por la UE, ya que muchos ucranianos se vacunan con vacunas chinas. La UE debería crear un fondo para ayudar a los países fronterizos con Ucrania a acoger a los refugiados.
Con plena condena de las acciones de Rusia: la situación es compleja y, por tanto, será difícil encontrar soluciones sencillas que induzcan a Rusia a cesar las hostilidades. Pero, en cualquier caso, la violencia no puede ser la respuesta a la violencia; es demasiado peligroso llevar esta espiral aún más lejos. Las soluciones deben ser impulsadas con una presión inequívoca y a la vez diplomática. Las sanciones pueden ayudar a cerrar algunas fuentes de financiamiento, pero siempre existe el peligro de que afecten a las personas equivocadas -los pobres de Rusia- y alimenten así involuntariamente el nacionalismo. El camino hacia la paz sólo puede ser la búsqueda de soluciones en el marco de las Naciones Unidas sobre la base de la Carta de la ONU. Hay que mostrar a Rusia con toda claridad que la invasión y la violación del derecho internacional son condenadas por la comunidad internacional. Sin embargo, también hay que seguir buscando una solución al conflicto con Rusia. Para ello, Occidente debe desarrollar una nueva arquitectura de seguridad multilateral más allá de la OTAN y una nueva política de distensión en Europa con Ucrania y todos los demás países de la región.
Aunque el camino sea largo: la lógica militar siempre acarrea víctimas civiles, y hay que evitarlo. Es necesaria una amplia alianza internacional -especialmente con la sociedad civil y la izquierda de Rusia y Ucrania- cuyo mensaje sea claro: ¡Dejan las armas! ¡No a la guerra!
Fuente original: https://www.rosalux.de/news/id/46019/nein-zum-krieg-solidaritaet-mit-der-zivilgesellschaft-in-der-ukraine